diciembre 10, 2023

EL PRESIDENTE PEDRO SÁNCHEZ: «NO SOY MAQUIAVÉLICO, SINO RESPONSABLE»

RTVE.es

En su último libro, «Tierra Firme», escrito por Irene Lozano al dictado de Pedro Sánchez, de entre las diferentes frases que del mismo han venido destacando los medios de comunicación y comentaristas varios sobresale la que he apuntado dentro del título de este artículo, en la que dice, al querer justificar sus cambios de posición en su devenir como gobernante -o, como candidato/gobernante-, muy en particular, aquel al que se ha visto «obligado» por los partidos independentistas catalanes (Junts per Cat y ERC) si quería reunir los votos necesarios para lograr su investidura como presidente de gobierno; la condición exigida por ellos, como es sabido, era fundamentalmente la de avenirse a promover una amnistía a favor de los líderes del Procés, el así llamado proceso dirigido a la celebración de un referéndum en Cataluña que confería a los ciudadanos de esta comunidad autónoma la potestad de decidir entre la independencia o la continuidad respecto de España, proceso impulsado por dichos líderes, algunos efectivamente condenados judicialmente, otros investigados (imputados1) declarados en rebeldía.

Pues bien, lo que motiva este artículo no es la volubilidad o la astucia política o, si se prefiere, el pragmatismo de Pedro Sánchez para «adaptarse» a las circunstancias (los periodistas y tertulianos suelen preferir el sustantivo coyuntura); nada de eso debería llamar nuestra atención ni parecernos extraño viniendo de un político, de un político de carrera; y no será Pedro Sánchez el que más despunte en ello. Así, sin ir muy lejos, tenemos a José María Aznar, quien, llegado a la presidencia, a fin de facilitar las negociaciones con ETA, dejó de llamarla organización terrorista para referirse a ella como Movimiento de Liberación Vasco. En realidad, lo que ha provocado estas líneas ha sido esa frase de la que se sirve para presentar credenciales de honestidad y buen hacer: ese «no soy maquiavélico», «soy responsable», expuesto como antinomia, cuando no lo es en absoluto. Pero, he aquí que no se trata sólo de un yerro terminológico o de conceptos, sino de una vulgaridad. Me explico.

El presidente Sánchez no solamente es detentador de la más alta magistratura del país sino que, además, goza de un alto título académico, el de doctor en economía, lo que le otorga una investidura de autoridad en el sentido más noble de esta palabra (dignidad, reconocimiento de valía), calidad ésta que debe tener reflejo en su conducta, en sus decisiones y, ciertamente, en sus expresiones. Precisamente, respecto a estas últimas, dejando de lado los otros dos elementos (la conducta: ejemplar; las decisiones: leales a su compromiso y a sus conciudadanos), decía que su sintagma cae en lo vulgar por cuanto que entiende a Maquiavelo a la manera extendida en el vulgo y no a la que se presupone del gobernante y académico que, añádase, lo es de un país que forma parte del ámbito cultural del autor de El Príncipe, lo que inevitablemente hace sospechar que no ha leído a Maquiavelo.

Y yo no he leído el libro del presidente Sánchez (escrito por Irene Lozano) y la verdad es que, al menos por ahora, no se halla dentro de mis previsiones el incluirlo en mi lista de próximas lecturas, lista que, por cierto, tengo bastante cargada y acumulándose y que, vaya coincidencia, de entre los libros que actualmente estoy leyendo (suelo tener tres o cuatro abiertos contemporáneamente) está el de Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, de Maquiavelo, cuya lectura no sólo sería recomendable sino exigible a todo gobernante, incluido Pedro Sánchez, a quien sin lugar a dudas le sería muy útil e instructivo.

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Con el ánimo de respaldar mi recomendación, la de la lectura de las obras de Maquiavelo por parte del presidente (y de todo político que se precie), traigo alguna cita de la mencionada obra, la que trata del caso contado por Tito Livio y que comenta Maquiavelo al objeto de ilustrar su opinión acerca de la utilidad que para la República supone disponer de un procedimiento que haga viable la institución de la acusación por parte de los ciudadanos, en interés público, y lo pernicioso que resultan, por el contrario, las calumnias, no únicamente por quien las sufre, sino para el conjunto del país. El caso, decía, se refiere a la actuación de Manlio Capitolino en contra de Furio Camilo, el que prefiero transcribir y no resumir, a fin de exponerlo con la mayor fidelidad posible.

Marco Manlio es arrojado desde lo alto del Capitolio, fresco de Domenico Beccafumi, Siena, Palazzo Pubblico

Furio Camilo se había ganado el reconocimiento de los ciudadanos romanos «al librar a Roma de la opresión de los galos», reconocimiento del que ya antes de ello gozaba por su «categoría y reputación». Según comenta nuestro autor, Manlio «no podía soportar que se le atribuyesen tanto honor y tanta gloria, pues pensaba que, en lo que respecta a la salvación de Roma, él, que había salvado el Capitolio, merecía tanto como Camilo, y en las otras hazañas guerreras tampoco le era inferior. De modo que, roído por la envidia, no pudiendo descansar por la gloria del otro, y viendo que no podía introducir la discordia entre los senadores, se volvió a la plebe, sembrando en ella ideas siniestras». Entre otras, decía «que el tesoro que había reunido entre todos para entregarlo a los galos, y que luego no se les entregó, había sido usurpado por ciudadanos particulares, y que, si se recuperase, podía emplearse en asuntos de utilidad pública, aligerando a la plebe de los impuestos o de las deudas privadas». Como nos podemos imaginar, «estas palabras tuvieron bastante eco en la plebe, de modo que comenzaron a extenderse rumores y a organizarse, con este motivo, repetidos alborotos en la ciudad, lo que disgustó al senado, que, juzgando peligrosa la situación, nombró un dictador para que tomase cartas en el asunto y frenase los ímpetus de Manlio. De lo que resultó que el dictador le hizo comparecer a juicio inmediatamente y se encontraron en público, frente a frente, el dictador en medio de los nobles y Manlio rodeado de la plebe». Comienza la audiencia preguntándosele a Manlio qué sabía del paradero de ese tesoro del que tanto hablaba, pues el senado estaba tan deseoso de oírlo como la plebe, a lo que Manlio no respondía nada concreto, sino que, con evasivas, decía que no era necesario repetir lo que sabía todo el mundo, de modo que el dictador le hizo encarcelar».

Seguidamente Maquiavelo avanza una conclusión, según la cual, «se pone de manifiesto en este ejemplo cuán detestable resulta la calumnia, tanto en las ciudades libres como en cualquier tipo de régimen político, y cómo, para atajarla, se deben emplear cuantos medios se tengan a mano, sin excepción. No puede haber mejor método para cerrarle el paso que emplear la acusación pública, porque tanto como las acusaciones favorecen a la república la perjudican las calumnias (…)». Aquí lo dejo, no sin insistir en los beneficios de su lectura. Las disertaciones y conclusiones que extrae con tan sólo comentar este pasaje van más allá, aportando razones de buen gobierno y, en contra de lo que viene siendo creencia popular asociada a su nombre, razones de ética y de justicia.

En resumen, y con el propósito de no alargar esta explicación, frente a la hipocresía de entonces y la de ahora2, Maquiavelo es un realista3, que se basa en la atenta observación de la realidad humana, social y política, para, a partir de allí, fundamentar su discurso sobre lo que debería entenderse como gobierno al servicio de los ciudadanos, al mejor servicio4.

Y sirva este apunte para poner en evidencia una lacra que ha venido manifestándose en España – no sólo en España, claro, pero Pedro Sánchez es presidente de este país -. Me refiero a las calumnias, las que ni mucho menos han sido mayormente dirigidas contra el presidente sino contra otros miembros de su gobierno, especialmente contra Pablo Iglesias5, quien, en tal sentido e involuntariamente, prestó un gran favor a Sánchez y a otros miembros de su ejecutivo, haciendo de parapeto o cortafuegos. Como es sabido, tales calumnias se vehiculizaron a través de denuncias o querellas, a través de medios de comunicación, a través de redes sociales y de plataformas de Internet, e incluso a través de la policía («la Policía Patriótica»). A fecha de hoy, y hasta donde tengo noticia, han sido más de 20 querellas; entre las más sonadas, la de blanqueo de capitales y delito electoral; la de desobediencia y organización criminal, basada en el pseudo informe policial conocido como Informe P.I.S.A.; el caso de la inexistente cuenta en Granadinas; el de la falsa financiación ilegal de su partido, Podemos; el o los Casos Dina, del que se sospecha, por la propia persona que da nombre al caso, Dina Bousselham, que fue organizado por el entonces ministro del interior, Jorge Fernández Díaz; el caso Neurona, del que a día de hoy ya se han archivado 7 piezas de las 8 abiertas (la última apunta también a su sobreseimiento y archivo); entre otros, todos sobreseídos.

Pues bien, con independencia de las filias y fobias políticas o ideológicas, y con independencia también de simpatías o antipatías, el Estado, la ley, los ciudadanos, no debemos tolerar estas prácticas viles, que no dañan únicamente a su destinatario/víctima, sino al conjunto de la sociedad, tal y como nos advierte Maquiavelo, presidente Sánchez.

  1. La denominación de imputado fue cambiada por la de investigado a iniciativa del gobierno de Mariano Rajoy, debido a la gran cantidad de miembros de su partido, el Partido Popular, que por aquel entonces fueron encartados como imputados, ello con la intención y la esperanza de aligerar su impacto ante la opinión pública (modificación por Ley Orgánica 13/2015, de 5 de octubre). ↩︎
  2. Hace pocos días ha muerto un político estadounidense, centenario él, quien, a pesar de sus crímenes contra la humanidad, ha sido aplaudido por la gran prensa y por muchos líderes mundiales. ↩︎
  3. Hoy en día, un digno sucesor de Maquiavelo es el profesor John Mearsheimer. ↩︎
  4. Disipando dudas en escépticos, aquí otra cita del mismo libro: «entre todos los hombres dignos de elogio, los que más alabanzas merecen son los que han sido cabezas o fundadores de las religiones. Inmediatamente después, los que han fundado repúblicas o reinos. Después de éstos, son celebrados los que, puestos a la cabeza de los ejércitos, han ampliado sus dominios o los de la patria. A éstos se añaden los hombres de letras, y como éstos son de más clases, se alaba a cada uno según su categoría. A cualquier otro hombre, y su número es infinito, le toca alguna parte de loor, que se le atribuye gracias al arte u oficio que ejerce. Son, por el contrario, infames y detestables los hombres que destruyen las religiones, que disipan los reinos y las repúblicas, enemigos de la virtud, de las letras y de toda otra arte que acarree utilidad y honor para el género humano, como son los impíos, los violentos, los ignorantes, los ineptos, los ociosos y los viles. Y no habrá nunca nadie tan loco o tan sabio, tan triste o tan bueno, que si se le da a elegir entre las cualidades del hombre, no alabe las dignas de alabanza y reproche las reprochables (ob. cit., pág. 71). Constátense, pues, los ideales y principios morales de Maquiavelo (y no se pierda de vista que es un hombre de los siglos XV y XVI). ↩︎
  5. Y contra miembros de su partido: Victoria Rosell, Alberto Rodríguez, Ione Belarra, por nombrar algunos. ↩︎

Marco Rodríguez-Farge Ricetti

2 Comments

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